Hay veces en las que nos negamos a ver lo que es obvio. A veces creemos que el mundo es diferente a lo que verdaderamente es, y lo hacemos porque tememos la realidad. En nuestra mente todas las cosas son perfectas, siempre hay un final feliz. Pero, en la realidad, las cosas no son tan fáciles. Hay veces en las que te metes en cosas que tienen solución, y lo que te mantiene vivo es pensar "Todo volverá a ser como antes, todo volverá a ser como antes..." Pero, ¿y si un día llegamos a un problema que no tiene solución?
He intentado por todos los medios parar esta situación. He hablado con una de las personas que forman el problema y le he dicho lo que pienso, le he dicho lo que pasa. Pensé que así todo volvería a la normalidad, pero nada ha cambiado. Todo sigue igual. Y cada minuto que pasa me doy más cuenta de lo que va a ocurrir. Cada vez nos separaremos más y más, hasta que llegue un momento en el que todas las cosas buenas que hemos vivido se pierdan. Dejaremos de hablar, acabarán siendo personas a las que solía conocer.
Duele mucho pensar que, poco a poco, todo se acaba. Solo quedarán recuerdos de lo que fuimos. Cada risa, cada lágrima, cada tarde... todo se desvanecerá. Sé que dicen que no se debe dar más de lo que se recibe, pero en este caso yo lo voy a hacer. Voy a darlo todo y más, aunque no reciba nada. Intentaré que todo esto acabe, que volvamos a ser como antes. Pero, ¿cómo voy a arreglarlo si la mejor solución, hablar, ha fallado? ¿Cómo voy a hacer que las cosas vuelvan a ser como antes si les da igual lo que piense? ¿Cómo voy a arreglarlo si les importan muy poco mis sentimientos?
Lo único que me queda es esperar.